martes, 17 de julio de 2012

Yo quisiera




Nadie puede mandar en el corazón y los sentimientos, eso, creo, todos lo sabemos. Pero a veces la razón nos hace jugadas que ponen a prueba nuestra capacidad de amar.
Santiago era mi mejor amigo desde que éramos pequeños. Algunas veces, cuando éramos niños y jugábamos  llegamos a ser “novios” pero conforme pasó el tiempo nuestra amistad se refrendó y  nos convertimos en amigos inseparables, él conocía toda mi historia y yo la de él. Él se había convertido un chico muy apuesto, varonil y a la vez muy sensible y con sentimientos hermosos. Yo, era una chica normal, no era una chica de revista, y tampoco me consideraba simpática, eso me hacía sentir menos ante muchas personas.
Cursábamos el segundo año de preparatoria y ambos habíamos dejado de ser unos niños pero sobre todo, de sentir como niños. Santiago tenía una novia hermosa, una de las chicas más lindas del colegio, pero su forma de ser contrastaba drásticamente. Era una chica muy fría, arrogante, poco cariñosa, y muy interesada. Santiago la amaba profundamente, pero ella a él no, y eso nos destrozaba el corazón.
Él me contaba todo acerca de ella, y yo muchas veces fue su paño de lágrimas, lo escuchaba desahogarse y yo solamente me limitaba a darle algunos consejos, abrazarlo… pero su dolor trascendía a mi corazón también. No sabía por qué me dolía tanto que él sufriera; si por lo sensible que él era, porque era mi mejor amigo, o  si había alguna otra razón.
Un día de tantos me encontraba en la cafetería del colegio, cuando me llegó un mensaje suyo al celular.  Inmediatamente acudí al lugar en el que me había citado en el mensaje. Me escribió que necesitaba ayuda y que por favor nos viéramos en ese momento. Cuando llegué lo vi destrozado. Me senté junto a él y lo abracé fuerte, por un largo rato, sin preguntar nada, hasta que él decidió contarme todo.
¬Ya estoy harto de todo Karla, ya siento que no puedo darle más, que mi amor por ella crece y no sé cómo demostrárselo y ella no me cree nada…
Santiago, tú sabes que ella no es la mejor persona para ti, solamente te hace sufrir y tú vales mucho. Me da rabia saber que mientras tú sufres por ella, ella está feliz como siempre, siguiendo la vida tal cual.
No, ¡No es así! Yo sé que ella me quiere como yo a ella, y sé que ella va a cambiar… solamente es cuestión de tiempo para que todo mejore.
Me dolía mucho ver que a pesar de todo lo que yo le decía, él seguía aferrado a ella como si fuese la única mujer sobre la tierra. Mientras yo deseaba tener como novio a un chico como él, Samanta lo lastimaba mucho, aun sabiéndolo.
 Cada noche sufría de un insomnio terrible pensando en todo lo que Santiago estaba sufriendo sin que yo pudiese ayudarlo como desearía. Estaba enamorada de él, sin duda, pero jamás había querido reconocerlo, me sentía poca cosa para él.
Un día fue a visitarme a mi casa para preguntarme sobre una tarea que habían dejado en el colegio. De pronto, mientras estábamos sentados viendo los cuadernos, me preguntó algo de una forma muy extraña.
—Karla… ¿Por qué no has tenido novio desde hace 1 año? — Preguntó con curiosidad.
— Hasta ahora te entró la duda del porqué de ello… — reí.
—Si… bueno es que, me he pasado tan encerrado en mis propios problemas que ni siquiera he puesto atención en lo que te sucede a ti… ¿Hay alguien?
—No… no hay nadie. —Agaché la cabeza.
—Pero, ¿por qué no? —Preguntó extrañado.
—Me gusta alguien… pero no soy lo suficientemente buena para él. Él es demasiado para mí.
— ¿Por qué dices eso? —Dijo molesto— ¡Jamás te atrevas a decir eso! Vales demasiado, eres la mejor amiga que puede haber, pero sobre todo, estoy seguro de que también eres la mejor novia que cualquiera desearía. — Dijo tomándome de la mano.
— ¿Crees que para ti lo sería? —Pregunté al fin.
Guardó silencio y me miró a los ojos sin saber qué decir. No sabía realmente con qué intención  había hecho mi pregunta y tampoco sabía qué era lo que tenía que responderme.
—Para mí eres la mejor amiga que puede existir. No te puedo responder lo otro, porque te veo cómo mi hermana, pero, estoy seguro de que llegará alguien que te pueda responder con un sí. —Sonrió sinceramente.
Me destrozó el corazón. Él nunca sospechó que yo había hecho aquella pregunta para recibir una respuesta real, no hipotética. O al menos, la que yo deseaba. Miré hacia el suelo y dejé las libretas a un lado, me puse de pie y muy seria me dirigí hacia él.
— Ya me aburrí de todo esto… lo mejor será que vayas a casa, quiero descansar un poco…
—¿Estás bien? De pronto sentí que cambiaste de humor. —Preguntó extrañado.
—No, no es nada. De pronto me aburrí, eso es todo…
Salió de mi casa y corrí subiendo a mi habitación. Jamás le iba a poder confesar todo lo que sentía porque él solamente me veía como su hermana, su mejor amiga.
Días después, caminando por una plaza comercial con mis amigas, me detuve en una tienda de discos a buscar alguno que me interesara. De pronto, al llegar a un pasillo me pareció ver a alguien conocido. Discretamente me acerqué silenciosamente y me pude dar cuenta de que era Samanta, la novia de Santiago, quien estaba muy cariñosamente abrazando a uno de los empleados de la tienda. Me retiré de ahí rápidamente sin poder creer lo que había visto. Sentí tanta rabia que corrí hacia donde estaban ellos y no pude más que reclamarle a Samanta todo aquello que había visto.
—No puedo creer que hagas sufrir a Santiago, haciéndole creer que aquí eres tú la victima cuando es totalmente lo contrario… ¡Mentirosa!
—¿Te importa lo que pase entre Santiago y yo? No es tu problema, es solamente de nosotros dos, ¿Si? —Me miró muy molesta—Así que por favor, te pido que guardes silencio.
—Me importa demasiado porque él es mi mejor amigo, y no puedo permitir que lo sigas lastimando. No puedo ser tu cómplice, tendré que decírselo.
—Te pido que por favor guardes silencio, quiero ser yo la que le diga toda la verdad. ¿Has pensado en que le dolería mucho menos saber la verdad por mí misma? Por favor, no le digas nada…
Sentí pena por ella. Pero tenía razón, la mejor opción era que ella le dijera la verdad de todo, sería menos doloroso para él y eso era lo único que yo deseaba.
Al otro día tocaron el timbre de mi casa, era Santiago. Entró a mi casa sin decir nada y con una cara de enojo que no podía disimular de ninguna forma.
—¿Me puedes explicar por qué nunca me dijiste que Samanta salía con otro chico?
—Yo lo supe hasta ayer cuando la encontré en la tienda de discos…—Dije sorprendida.
—¿Y por qué nunca me lo dijiste? Tuvo que ser otra persona la que me dijera la verdad ¡y no tú!
—Samanta me dijo que ella misma te diría la verdad, ¡por eso no te dije nada!
—Pero tú eres mi amiga, se supone que deberías estar de mi lado, no apoyarla a ella. —Dijo muy molesto—Ahora me has demostrado que nuestra amistad nunca ha valido nada.
—¡Santiago! Nuestra amistad ha valido tanto que…
—¿Qué? —Preguntó insistente
—Que yo estoy enamorada de ti desde hace mucho tiempo. Nunca había querido reconocerlo, pero ya es inevitable, ¡te quiero demasiado! —Dije al fin.
—Vaya… no puedo creerlo… es que… —guardó silencio y tomó asiento—Creo que yo nunca te he visto más que como mi mejor amiga, mi hermana…
—Lo sé, y por eso es que jamás de he dicho nada. Siempre he sido tu confidente, y siempre nos hemos dado consejos para todo y en todo, y sé que confesarte esto arruinaría todo lo que tenemos. Discúlpame.
Él me miró y salió de mi casa sin decir alguna otra palabra. Sentí que aparte de perder el secreto que había guardado durante tanto tiempo.
Días después me encontraba en la biblioteca buscando información para un proyecto que tenía que realizar. De pronto sentí que alguien estaba parado frente a mí. Alcé la cara y vi que era Santiago. Lo ignoré y seguí haciendo mi trabajo, hasta que se agachó y tomó mi mano.
—¿No piensas volver a hablarme nunca?
—Santiago… ahora que sabes toda la verdad no sé qué pensarás si todo sigue igual que antes. Yo no puedo disimular ser contigo alguien que no siento ser… —Lo miré tristemente—No puedo y tampoco quiero, perdón.
—Ayer estuve recordando todos los momentos que hemos vivido juntos. Vi todas las fotos desde hace mucho, y, ¿Sabes? Ahora me he dado cuenta de que jamás vamos a arriesgar la amistad que tenemos, al contrario, ahora son dos sentimientos… la amistad y el amor.
—¿Amor? —Pregunté intrigada
—Sí, el amor. Ese amor que yo no me había dado cuenta que siento por ti. Y no me importaría perderlo todo, con tal de intentarlo, de ser algo más que amigos… ahora te pido que seas mi novia Karla.
Mi corazón latió fuertemente y no pude disimular la cara de felicidad que tenía. Nos abrazamos fuertemente y ahí comenzó la historia que 2 años después seguimos disfrutando felizmente. Me di cuenta de que para ganar hay que arriesgar, y por el amor vale la pena arriesgarlo todo.

4 comentarios:

  1. Wooow... Iezz.. es que esto es, indescriptible... tu historia es tan igual a la mia *-* pero me quedo con tu frase del final: " me di cuenta de que para ganar hay que arriesgar, y por el amor vale la pena arriesgarlo todo."

    ResponderEliminar
  2. Aii dios! :') me encanto , jaja quisiera que la sigas me gusto mucho y quiero leer otra :D

    ResponderEliminar