martes, 17 de julio de 2012

Yo quisiera




Nadie puede mandar en el corazón y los sentimientos, eso, creo, todos lo sabemos. Pero a veces la razón nos hace jugadas que ponen a prueba nuestra capacidad de amar.
Santiago era mi mejor amigo desde que éramos pequeños. Algunas veces, cuando éramos niños y jugábamos  llegamos a ser “novios” pero conforme pasó el tiempo nuestra amistad se refrendó y  nos convertimos en amigos inseparables, él conocía toda mi historia y yo la de él. Él se había convertido un chico muy apuesto, varonil y a la vez muy sensible y con sentimientos hermosos. Yo, era una chica normal, no era una chica de revista, y tampoco me consideraba simpática, eso me hacía sentir menos ante muchas personas.
Cursábamos el segundo año de preparatoria y ambos habíamos dejado de ser unos niños pero sobre todo, de sentir como niños. Santiago tenía una novia hermosa, una de las chicas más lindas del colegio, pero su forma de ser contrastaba drásticamente. Era una chica muy fría, arrogante, poco cariñosa, y muy interesada. Santiago la amaba profundamente, pero ella a él no, y eso nos destrozaba el corazón.
Él me contaba todo acerca de ella, y yo muchas veces fue su paño de lágrimas, lo escuchaba desahogarse y yo solamente me limitaba a darle algunos consejos, abrazarlo… pero su dolor trascendía a mi corazón también. No sabía por qué me dolía tanto que él sufriera; si por lo sensible que él era, porque era mi mejor amigo, o  si había alguna otra razón.
Un día de tantos me encontraba en la cafetería del colegio, cuando me llegó un mensaje suyo al celular.  Inmediatamente acudí al lugar en el que me había citado en el mensaje. Me escribió que necesitaba ayuda y que por favor nos viéramos en ese momento. Cuando llegué lo vi destrozado. Me senté junto a él y lo abracé fuerte, por un largo rato, sin preguntar nada, hasta que él decidió contarme todo.
¬Ya estoy harto de todo Karla, ya siento que no puedo darle más, que mi amor por ella crece y no sé cómo demostrárselo y ella no me cree nada…
Santiago, tú sabes que ella no es la mejor persona para ti, solamente te hace sufrir y tú vales mucho. Me da rabia saber que mientras tú sufres por ella, ella está feliz como siempre, siguiendo la vida tal cual.
No, ¡No es así! Yo sé que ella me quiere como yo a ella, y sé que ella va a cambiar… solamente es cuestión de tiempo para que todo mejore.
Me dolía mucho ver que a pesar de todo lo que yo le decía, él seguía aferrado a ella como si fuese la única mujer sobre la tierra. Mientras yo deseaba tener como novio a un chico como él, Samanta lo lastimaba mucho, aun sabiéndolo.
 Cada noche sufría de un insomnio terrible pensando en todo lo que Santiago estaba sufriendo sin que yo pudiese ayudarlo como desearía. Estaba enamorada de él, sin duda, pero jamás había querido reconocerlo, me sentía poca cosa para él.
Un día fue a visitarme a mi casa para preguntarme sobre una tarea que habían dejado en el colegio. De pronto, mientras estábamos sentados viendo los cuadernos, me preguntó algo de una forma muy extraña.
—Karla… ¿Por qué no has tenido novio desde hace 1 año? — Preguntó con curiosidad.
— Hasta ahora te entró la duda del porqué de ello… — reí.
—Si… bueno es que, me he pasado tan encerrado en mis propios problemas que ni siquiera he puesto atención en lo que te sucede a ti… ¿Hay alguien?
—No… no hay nadie. —Agaché la cabeza.
—Pero, ¿por qué no? —Preguntó extrañado.
—Me gusta alguien… pero no soy lo suficientemente buena para él. Él es demasiado para mí.
— ¿Por qué dices eso? —Dijo molesto— ¡Jamás te atrevas a decir eso! Vales demasiado, eres la mejor amiga que puede haber, pero sobre todo, estoy seguro de que también eres la mejor novia que cualquiera desearía. — Dijo tomándome de la mano.
— ¿Crees que para ti lo sería? —Pregunté al fin.
Guardó silencio y me miró a los ojos sin saber qué decir. No sabía realmente con qué intención  había hecho mi pregunta y tampoco sabía qué era lo que tenía que responderme.
—Para mí eres la mejor amiga que puede existir. No te puedo responder lo otro, porque te veo cómo mi hermana, pero, estoy seguro de que llegará alguien que te pueda responder con un sí. —Sonrió sinceramente.
Me destrozó el corazón. Él nunca sospechó que yo había hecho aquella pregunta para recibir una respuesta real, no hipotética. O al menos, la que yo deseaba. Miré hacia el suelo y dejé las libretas a un lado, me puse de pie y muy seria me dirigí hacia él.
— Ya me aburrí de todo esto… lo mejor será que vayas a casa, quiero descansar un poco…
—¿Estás bien? De pronto sentí que cambiaste de humor. —Preguntó extrañado.
—No, no es nada. De pronto me aburrí, eso es todo…
Salió de mi casa y corrí subiendo a mi habitación. Jamás le iba a poder confesar todo lo que sentía porque él solamente me veía como su hermana, su mejor amiga.
Días después, caminando por una plaza comercial con mis amigas, me detuve en una tienda de discos a buscar alguno que me interesara. De pronto, al llegar a un pasillo me pareció ver a alguien conocido. Discretamente me acerqué silenciosamente y me pude dar cuenta de que era Samanta, la novia de Santiago, quien estaba muy cariñosamente abrazando a uno de los empleados de la tienda. Me retiré de ahí rápidamente sin poder creer lo que había visto. Sentí tanta rabia que corrí hacia donde estaban ellos y no pude más que reclamarle a Samanta todo aquello que había visto.
—No puedo creer que hagas sufrir a Santiago, haciéndole creer que aquí eres tú la victima cuando es totalmente lo contrario… ¡Mentirosa!
—¿Te importa lo que pase entre Santiago y yo? No es tu problema, es solamente de nosotros dos, ¿Si? —Me miró muy molesta—Así que por favor, te pido que guardes silencio.
—Me importa demasiado porque él es mi mejor amigo, y no puedo permitir que lo sigas lastimando. No puedo ser tu cómplice, tendré que decírselo.
—Te pido que por favor guardes silencio, quiero ser yo la que le diga toda la verdad. ¿Has pensado en que le dolería mucho menos saber la verdad por mí misma? Por favor, no le digas nada…
Sentí pena por ella. Pero tenía razón, la mejor opción era que ella le dijera la verdad de todo, sería menos doloroso para él y eso era lo único que yo deseaba.
Al otro día tocaron el timbre de mi casa, era Santiago. Entró a mi casa sin decir nada y con una cara de enojo que no podía disimular de ninguna forma.
—¿Me puedes explicar por qué nunca me dijiste que Samanta salía con otro chico?
—Yo lo supe hasta ayer cuando la encontré en la tienda de discos…—Dije sorprendida.
—¿Y por qué nunca me lo dijiste? Tuvo que ser otra persona la que me dijera la verdad ¡y no tú!
—Samanta me dijo que ella misma te diría la verdad, ¡por eso no te dije nada!
—Pero tú eres mi amiga, se supone que deberías estar de mi lado, no apoyarla a ella. —Dijo muy molesto—Ahora me has demostrado que nuestra amistad nunca ha valido nada.
—¡Santiago! Nuestra amistad ha valido tanto que…
—¿Qué? —Preguntó insistente
—Que yo estoy enamorada de ti desde hace mucho tiempo. Nunca había querido reconocerlo, pero ya es inevitable, ¡te quiero demasiado! —Dije al fin.
—Vaya… no puedo creerlo… es que… —guardó silencio y tomó asiento—Creo que yo nunca te he visto más que como mi mejor amiga, mi hermana…
—Lo sé, y por eso es que jamás de he dicho nada. Siempre he sido tu confidente, y siempre nos hemos dado consejos para todo y en todo, y sé que confesarte esto arruinaría todo lo que tenemos. Discúlpame.
Él me miró y salió de mi casa sin decir alguna otra palabra. Sentí que aparte de perder el secreto que había guardado durante tanto tiempo.
Días después me encontraba en la biblioteca buscando información para un proyecto que tenía que realizar. De pronto sentí que alguien estaba parado frente a mí. Alcé la cara y vi que era Santiago. Lo ignoré y seguí haciendo mi trabajo, hasta que se agachó y tomó mi mano.
—¿No piensas volver a hablarme nunca?
—Santiago… ahora que sabes toda la verdad no sé qué pensarás si todo sigue igual que antes. Yo no puedo disimular ser contigo alguien que no siento ser… —Lo miré tristemente—No puedo y tampoco quiero, perdón.
—Ayer estuve recordando todos los momentos que hemos vivido juntos. Vi todas las fotos desde hace mucho, y, ¿Sabes? Ahora me he dado cuenta de que jamás vamos a arriesgar la amistad que tenemos, al contrario, ahora son dos sentimientos… la amistad y el amor.
—¿Amor? —Pregunté intrigada
—Sí, el amor. Ese amor que yo no me había dado cuenta que siento por ti. Y no me importaría perderlo todo, con tal de intentarlo, de ser algo más que amigos… ahora te pido que seas mi novia Karla.
Mi corazón latió fuertemente y no pude disimular la cara de felicidad que tenía. Nos abrazamos fuertemente y ahí comenzó la historia que 2 años después seguimos disfrutando felizmente. Me di cuenta de que para ganar hay que arriesgar, y por el amor vale la pena arriesgarlo todo.

martes, 5 de junio de 2012

Someone like you





¿Mi vicio? Las fiestas y salidas a todas partes con todos mis amigos. Estaba cursando la preparatoria, la época en la que la diversión y la des obligación reinan por completo la vida de los adolescentes, ese era mi caso. Viví en un ambiente donde podía tener todo a mis pies. Tenía chicos por doquier tras de mí, era bonita y yo lo sabía a la perfección. Tenía la cantidad de amigos que yo deseaba, era demasiado sociable, tenía una posición económica muy bien posicionada, y era la nena consentida de mamá y papá, ¿Qué más podía pedir?
Sin embargo, la vida me dio una sorpresa muy grande. Al pasar de los años descubrí que la perfección no existe, y mi vida no podía ser la excepción.
Tenía el novio perfecto: guapo, popular en el colegio y rico. No podía pedir más. Llevaba saliendo con él cerca de 2 años y era la envidia de todas mis amigas. Sin embargo había algo que no me llenaba por completo. Sentía que lo quería mucho, que era el hombre perfecto para mí pero, no sentía que eso fuese amor verdadero. Nunca me había enamorado de nadie, porque algún día llegué a pensar que de él sí. Pero no era así. Yo no lo amaba realmente.
Un día salimos a una fiesta de cumpleaños con todos mis amigos, entre ellos también mi novio, Santiago. Todo iba absolutamente bien hasta que Santiago comenzó a beber más de la cuenta y las cosas comenzaron a ponerse tensas. Habíamos estado bailando el resto de la noche, pero a esas alturas él no quería más que dedicarse a beber. Nunca lo había visto así, había tomado demasiado y yo ya no sabía qué hacer, mis otros amigos estaban igual que él y no había quién me ayudara; hasta que decidí sacarlo de allí.
     Santiago, por favor vámonos ya. —Dije tomándolo del brazo.
     Natalia, ¡déjame en paz! ¿quieres? Vete tú, yo no quiero.
     No quiero que te sigas haciendo daño, por favor vámonos ya.
     ¡Ya te dije que no! ¿No entiendes? —Dijo mientras me aventaba con su brazo fuertemente.
Caí al suelo y todos guardaron silencio. Él jugaba básquetbol y poseía un físico muy atlético, además de ser muy alto y tener tremenda fuerza. Aquel empujón me desconcertó mucho y por primera vez, tuve miedo de Santiago. Decidí irme del lugar. Me puse de pie y justo cuando iba llegando a la puerta sentí que una mano apretaba muy fuerte mi ante brazo.
     ¿Por qué te vas? —Era Santiago quien apenas podía sostenerse de pie.
     Ya no quiero estar aquí Santiago, déjame en paz por favor. —Dije temerosa.
     No te voy a dejar ir, viniste conmigo y te vas a ir conmigo, ¿entiendes?
     ¡No Santiago! Ya me voy. —Dije dándome la vuelta.
De pronto sentí que la vista se me nubló y de repente ya estaba pegada a la pared. Me empujó tan fuerte que me golpeé en la cabeza. A penas iba recobrando el sentido cuando alguien llegó de entre todos, solamente una persona, llegó valientemente.
     ¡Déjala en paz! —Dijo interponiéndose entre Santiago y yo.
     Tú no te metas, quítate. —Respondió Santiago.
E inesperadamente, aquel chico desconocido le soltó una bofetada que, solo estando en estado de ebriedad, podría derribar a Santiago. Me tomó cuidadosamente por el brazo y me sacó de aquel lugar, me subió a un automóvil y me llevó a una clínica que estaba cerca del lugar.
Cuando recobré el conocimiento no entendía nada de lo que pasaba. Prácticamente no recordaba nada de sucedido.
     ¿Quién eres tú? —pregunté extrañada a aquel chico que estaba parado en la puerta.
     Disculpa, no me presenté… —Me miró tímidamente. — Soy Leonardo. ¿Y tú? ¿Cómo te llamas?
Lo miré completamente extrañada sin saber qué hacer o decir. Lo único de lo que estaba segura era de ese horrible dolor de cabeza que tenía.
     Me llamo Natalia… pero, ¿Qué estoy haciendo aquí contigo?
     Te traje a la enfermería porque te golpeaste la cabeza. Estábamos en la fiesta de Gonzalo. Tú estabas con tus amigos y… supongo que era tu novio el que te aventó contra la pared.
     Ah, es cierto, ahora recuerdo… Muchas gracias por traerme, pero, hubiera preferido que me trajeran mis amigos, ¿Por qué ellos no vinieron?
     Estaban igual que tu novio, y tus amigas… supongo que por miedo no se acercaron.
Me quedé en silencio completamente. ¿Cómo era posible que nadie de los que decían ser mis amigos se hubiese atrevido a defenderme cómo lo hizo un completo desconocido? A parte del malestar físico que tenía, la decepción había entrado a mi corazón de forma muy desconcertante.
     Gracias, de verdad. No sé de donde saliste pero, seguramente debes de ser un ángel que llegó a mí cuando más lo necesitaba. —reímos— No sé cómo pagarte…
     Me pagarás no dejando que ese tipo se te acerque nunca. Te trató cómo un patán, en verdad, no regreses con él, te lo digo por tu bien. —Dijo tomando mi mano.
     No, jamás lo haré. Siempre había demostrado ser muy grosero pero nunca a este grado, estoy segura de que la próxima vez si sería capaz de golpearme. —Lloré y él me abrazó.
Ya era de madrugada cuando subimos a su auto y me llevó a mi casa. Cuando llegamos expresó su sorpresa al saber en donde vivía.
     ¿Aquí vives? —Preguntó extrañado.
     Si, aquí, ¿por qué?
     Tu casa es enorme…
     Un poco…—reí.
Estaba a punto de abrir la puerta del auto para salir, cuando el bajó y apresuradamente me abrió la puerta y me brindó su mano para ayudarme a bajar. Yo lo miré extrañada, ya que ningún chico de los que yo había conocido trataba a las chicas con tanta caballerosidad. Sin decir nada acepté su gesto y bajé del auto.
     Quiero dejarte con tus papás para que sepan lo que sucedió. Me quedaré más tranquilo.
     No, gracias Leonardo, pero será mejor que no sea así. Yo les contaré pero mañana, hoy no, por favor.
     ¿Lo prometes? —Dijo mirándome a los ojos.
     Lo prometo. —Sonreí.
Entre a mi casa y él se quedó parado frente a su auto. Leonardo tenía algo que jamás me había llamado la atención de nadie más. Se había portado cómo nunca nadie lo había hecho conmigo, tenía una mirada profunda, sincera… muy noble. Era delgado, alto, de cabello negro, ojos negros muy expresivos, y una hermosa sonrisa. Nunca antes había conocido a alguien así.
Al otro día llegué al colegio y tenía miradas por doquier. Pero esta vez no eran de admiración o envidia, esta vez las sentía con recelo y quizás odio. Llegué al salón y una de mis amigas se acercó a mí para confirmarme mis sospechas.
     ¡No puedo creer lo que hiciste anoche Natalia!
     ¿De qué hablas Ingrid?
     Dejaste a Santiago en plena fiesta, completamente solo… eso no lo hace una buena novia, ¿sabías?
     No me interesa ser una “buena novia” de un golpeador, no quiero perder más mi tiempo con él.
     Pues olvídate de nuestra amistad entonces. Él ha demostrado ser mejor que tú.
Se dio media vuelta y se fue dejándome con lágrimas en los ojos. No podía creer que después de tantas cosas mi mejor amiga renunciara a mi amistad por Santiago. Para mi desgracia, él era mucho más popular que yo, y tenía en sus manos a todos. Ahora yo no era más que la odiada por todos, mi vida había dado un giro radical.
Al salir del colegio reconocí el automóvil que estaba frente a la entrada del colegio. Era el de Leonardo. Bajé las escaleras esperando que así fuera, cuando de repente sentí una mano sobre el hombro.
—¡Hola! —Sonrió.
—¡Leonardo! Qué gusto volver a verte, pensé que jamás lo volvería a hacer. —Dije con alegría.
—Le pregunté a Gonzalo en donde estudiaban sus amigos que iban contigo, así que supuse que tú también estudiabas aquí. Me interesaba saber cómo estás.
—Gracias, ya me encuentro mucho mejor, bueno, al menos físicamente.
—¿Solo físicamente?
—Sí, porque mis amigos ahora me odian, y ya nadie me habla en el colegio.
—¿Viste a tu novio?
—No, no lo vi y espero no verlo pronto. No quiero que me reclame absolutamente nada.
—Bueno, olvídenos todo lo malo, ¿Qué te parece si salimos a tomar algo?
— Acepto, la verdad me hace falta distraerme de todo esto. —Sonreí.
Subimos al auto y me llevó a una cafetería muy bonita. Platicamos durante mucho tiempo, platicamos de todo acerca de nuestras vidas y con cada palabra me iba conmoviendo más. Era noble, demasiado noble, sin perder sus detalles varoniles. Era sensible pero con mucho carácter y fortaleza. Tenía un enorme sentido del humor y sabía lo que quería de su vida. Estudiaba el primer año de la universidad y, aunque no llevaba perfectas calificaciones, era muy inteligente. Todo lo contrario a lo que yo había conocido antes, incluso, aun sin conocer uno de los detalles que más me sorprenderían de él.
Poco a poco estábamos más cerca el uno del otro. Mi estancia en el colegio era terrible, lo único que ansiaba todo el día era que llegara la hora de salida para poder ver a Leonardo. Todas las tardes salía con él a todas partes y pasábamos horas increíbles llenas de risas, de platicas interminables, de escuchar música, de compartir nuestros gustos, ¡De todo!. Simplemente éramos el uno para el otro y ambos lo sentíamos así.
Pasaron dos meses y yo estaba a punto de concluir el último año de preparatoria. Mis planes siempre habían sido irme al extranjero a una universidad muy cara, lejos de México y de todos, pero ahora había algo que me impedía irme tan tranquilamente: Leonardo. Había encontrado por fin a alguien que me quería más allá de lo que tuviera o cuánta popularidad me mantuviera flote. Alguien que sin conocerme se atrevió a hacer lo que nadie de mis supuestos amigos hizo. Así que decidí quedarme en México a estudiar, de igual forma, en una buena universidad.
Decidí hablar con mis papás para informarles de la decisión que había tomado, y para mi sorpresa ellos lo aceptaron de muy buena forma.
—Papás, no quiero irme a estudiar al extranjero, quiero quedarme aquí en México. Sé que también hay muy buenas universidades e incluso estoy dispuesta a estudiar en una pública o en una privada, en la que ustedes decidan, pero quiero quedarme aquí.
—Y, ¿Por qué ese cambio de opinión Natalia? ¿No te parecían muy mediocres las escuelas de aquí?
—Estaba equivocada papá. He vivido equivocada toda mi vida. He pensado que todo se basa en el dinero y en la popularidad, pero no es así. Me decepcionó la gente en la que yo más confiaba. He conocido a alguien que más allá del dinero que pueda tener, tiene un enorme corazón y un amor infinito por la vida… —Hice una pausa—Estoy enamorada por primera vez de alguien que es diferente a todos, alguien por quién estoy segura de que vale la pena luchar.
—Me da gusto oírte decir eso. —Dijo mamá abrazándome— Respetaremos tu decisión y esperamos conocer a ese muchacho muy pronto.
—Así será. —Sonreí y los abracé.
Una vez confirmados mis deseos con mis papás decidí que era hora de confesarle todos mis sentimientos a Leonardo. Como cada día fue por mí al colegio y estando en su auto, tomé valor para decírselo.
—Leo… quiero decirte algo.
—Yo también Natalia, pero comienza tú…
—Está bien… —Lo miré a los ojos. — En este tiempo tú me has demostrado que eres la persona más valiosa que he conocido. Dentro de mi mundo de fantasía llegaste tú para mostrarme una realidad que la supera por completo. Llegaste a salvarme, no solamente de mi ex novio, también salvaste mi vida y jamás tendré cómo pagártelo. Te has portado conmigo cómo jamás nadie lo había hecho, eres cómo un ángel para mí… estoy enamorada de ti Leonardo…
Me miró conmovido. Sentí que deseaba abrazarme y besarme tanto como yo, pero no lo hizo. De pronto se puso serio y miró hacia fuera de la ventanilla.
     Hay algo que tengo que mostrarte Natalia.
     ¿Qué? —Dije completamente extrañada.
Arrancó el auto y me llevó a una colonia muy lejana. Estando ahí se estacionó frente a una casa, la que se notaba de gente pobre, con muchas carencias.
     ¿Qué hacemos aquí? —Pregunté desconcertada.
     Aquí es mi casa… —Señaló aquella casa que estaba prácticamente en ruinas.
     Pero… —Miraba aquella casa, casi con repulsión. — ¿Esa no puede ser tu casa… cómo puede estar así mientras tú tienes un auto?
     Este auto es prestado, Natalia. Vivo lejos de mi universidad, por lo tanto a los alumnos que tenemos un buen promedio nos lo facilitan, algo así cómo una beca…
     Y, ¿Por qué nunca me habías dicho que eres tan pobre? — Pregunté totalmente confundida.
     Tuve miedo de que me rechazaras. La primera vez, cuando te conocí, vi el nivel de vida que tienes… ¿Cómo alguien como tú se podría fijar en alguien como yo? ¡Es totalmente ilógico!
Guardé silencio. No sabía que decir. Estaba completamente confundida. Finalmente yo siempre me había creado la tonta idea de que yo debía estar con gente de mi misma clase social, ya que nunca había sido diferente. Sabía que no estaba bien sentirme así, que era una estúpida, pero, desgraciadamente nunca me había enfrentado a ello desde que nací, y a pesar de mi amor por él, no podía contener la complejidad que todo ello causaba en mí.
Echó a andar el carro y me llevó a mi casa. En todo el camino jamás nos dirigimos una palabra. Bajó del auto para abrirme, como siempre, y yo bajé sin decirle absolutamente nada, hasta que él rompió aquel silencio.
     Bien, supongo que después de esto tú no querrás saber nada de mí…
     Leonardo, déjame pensarlo, todo es tan confuso…— Lo miré a los ojos. — Todo esto no cambia lo que siento por ti, pero, toma en cuenta que jamás me había enfrentado a algo así, y si, quizás soy un monstruo por reaccionar así pero, comprende que mi vida siempre ha sido de otra forma…
     Lo sé y te entiendo, supongo que en este momento no sabes ni qué pensar. Pero, sabes qué? Lo mejor será que cada quién siga con su vida y sus planes. Yo tengo mis metas, y tú las tuyas y con esto sabemos que en ninguna parte coincidimos. Una de mis metas es tener todas las posesiones que deseo, y tú todo eso ya lo tienes de sobra, ¿En qué podríamos coincidir? Hay veces en que el amor dura para siempre, otras en cabio, duelen, y no quiero que esto nos duela más a los dos. —Dijo mirándome con ojos que reflejaban toda la tristeza de su interior.
     Me iré al extranjero a estudiar la universidad. Si en este tiempo vuelvo a encontrarte es que es mi destino estar contigo. Si la vida te pone una vez más frente a mí, para salvarme, sabré que debemos estar juntos. Pero prométeme que nunca te olvidarás de mí, por favor Leonardo.
     Nunca lo haré… te lo prometo.
Lo miré con lágrimas en los ojos. Me acerqué a él y nos besamos intensamente. Inmediatamente entré a mi casa. Cobardemente lo dejé ir, sin desmentirle que yo no podría vivir con las diferencias de la posición económica.
Me fui durante 4 largos años. Nunca lo olvidé. Cada día pensé en él como nunca antes. Conocí a muchos chicos, pero jamás a alguien como Leonardo. Nadie había podido ocupar su lugar nunca, a pesar de todo el tiempo sin saber de él. Me di cuenta de que en el amor nunca pasan los años, los sentimientos son más fuertes que hasta el más largo de los tiempos.
Cuando estaba a punto de regresar a México, decidí realizar una llamada a Gonzalo, el amigo en común de Leonardo y mío. Tenía la esperanza de que me dijera que él estaba bien, finalmente lo que más deseaba era regresar a México, esta vez, con toda la seguridad de que debería estar con él para siempre, fuese como fuese.
En la llamada, Gonzalo me contó que la vida de Leonardo había dado un giro tremendo, era un arquitecto muy exitoso, que ganaba mucho dinero. Que había realizado todos sus sueños y que, además de todo, había encontrado el amor, un amor con el que había contraído matrimonio hacia un año.
Cuando dijo eso, me quedé helada y comencé a llorar. “Prometió que nunca me olvidaría”, pensé. Aun así mis planes de regresar a México para volver a verlo seguían en pie. Después de todo, no era un papel lo que unía a dos personas, sino el amor y yo confiaba en que él podría recapacitar y podríamos al fin estar juntos.
Investigué su dirección, la cual era ya muy diferente a la que habíamos ido la última vez que nos vimos. Su casa era muy grande y hermosa. Tenía dos autos afuera, muy lujosos. Sin duda su vida había cambiado radicalmente. Pero más que darme gusto por eso, era el hecho de que había realizado todos esos sueños, y eso me hacía completamente feliz. Toqué el timbre de aquella casa y pedí a la persona que me abrió que le avisara que alguien lo esperaba afuera. Subí a mi auto para no dejar que me viese en cuánto saliera. Pude observar como había cambiado. Seguía conservando el mismo físico, pero ahora se notaba más seguro de sí mismo, cómo todo un profesionista. Bajé del auto y me dirigí hacia él.
— ¿Te acuerdas de mí? —Pregunté con lágrimas en los ojos, sonriéndole.
—¿Natalia? —Me miró con sorpresa— ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo regresaste?
—Hace algunos días… —Dije acercándome a él. —No podía dejar de venir a verte… veo que todo ha cambiado mucho, y me da gusto por ti, porque has realizado todos tus sueños.
—Gracias… tú sigues igual de guapa que hace 4 años —Sonrió—Ya te ves como toda una profesionista, y me da mucho gusto también…
—Gracias. —Cambié el tono de mi voz— No puedo creer que las cosas hayan cambiado tanto… ahora tú eres todo un hombre casado, con responsabilidades…
—¿Y tú? ¿Sigues soltera? —Respondió con frialdad.
—Sí, yo sigo soltera. A decir verdad… —Guardé silencio—No te he olvidado, Leo. Cada día pensé en ti, cada día anhele regresar a México y volver a verte, para luchar por lo que sentimos, para poder estar juntos después de todas las tonterías que nos separaron…
—Natalia… —Interrumpió. —Las cosas han cambiado mucho… ya no somos los de antes, ninguno de los dos. Yo ahora estoy casado, tendré un hijo en 4 meses, y los amo a los dos. Como verás, ya nada puede ser igual que antes, lo dejamos ir…
Lo miré a los ojos y no resistí que las lágrimas corrieran sobre mi rostro inmediatamente.
—Pero es que… — Lo tomé de la mano. —Teníamos muchos planes, formamos una vida juntos en nuestra imaginación ¿Por qué no poder vivirla ahora?
—¿Recuerdas cuando te dije que muchas veces el amor dura para siempre, pero otras, solamente duele? Esta es una de ellas, pero de ese dolor debemos aprender. Estoy seguro de que ahora ninguno de los dos desearía dejar a otra persona por una simpleza como nosotros lo hicimos.
     Nunca encontraré a nadie como tú Leonardo. Tú cambiaste mi vida por completo y me mostraste un camino que yo no conocía… Por favor, no me hagas esto.
     Natalia, por supuesto que encontrarás a alguien como yo algún día, a alguien mucho mejor que yo. Solamente esta vez no vayas a cometer el mismo error, no lo dejes ir. No dejes ir a alguien que te ame de verdad, a alguien que esté dispuesto a dar todo por ti…
     Está bien… —Interrumpí—Ya entendí. Tú ya no me amas. Me olvidaste a pesar de que dijiste que jamás lo harías. Pero no importa, tienes razón. Algún día encontraré a alguien como tú, de eso estoy segura.
Eché a caminar hacia mi auto. Él se quedó parado frente a la entrada de su casa. Por el retrovisor pude ver cómo estaba observándome mientras me alejaba. ¿Cómo había podido olvidarme? ¿Cómo había podido dejar todo atrás? Lloré y me lamenté. Pero quizás si en el pasado no hubiera dudado tanto todo el amor que le tenía, quizás hoy estaría conmigo. Ha pasado algún tiempo después de aquella despedida, y aun sigue doliendo… aun sigo en la espera de encontrar a alguien como él.

FIN.

jueves, 8 de marzo de 2012

Corre



¿Te has preguntado de cuántas cosas es capaz el amor? Es una pregunta para la cual no creo que haya respuesta, pero puedes imaginarlo cuando llega alguien, que, con solo una sonrisa, puede mover tu mundo de la forma que él quiera.  No me arrepiento de nada, pero me hubiese gustado que todo hubiese valido la pena.
Entregar todo muchas veces no es suficiente, pero es necesario cuando tu corazón lo pide a gritos, siempre tomando en cuenta que muchas veces, el darlo todo, no significa recibir lo mismo a cambio.
Me encontraba en su recámara. Observaba todo a mí alrededor y veía con orgullo lo lindo que había quedado después de haber hecho tantos detalles para su cumpleaños. Rodrigo y yo llevábamos 1 año y 6 meses de noviazgo y, aunque no éramos la pareja perfecta, habíamos podido lograr superar todos los obstáculos que se nos presentaban. Aunque todo el mundo me decía que si eso había sido, era porque yo siempre daba todo de mí para lograrlo, pero, ¿Cómo no iba a hacerlo? Si yo lo amaba como a nadie nunca había amado, y cualquier lucha valía la pena, cualquiera.
Ese día había plasmado en su recamara todo cuanto sentía por él. Miles de letreros alrededor de las 4 paredes, así como una manta que decía “Te amo Rodrigo”. No sé cuántas horas había tardado en hacerlo, solamente supe que lo hacía con todo el amor del mundo, pensando que tal vez eso pudiera acercarlo más a mí. Últimamente sentía que estaba distante, que no me prestaba tanta atención y sentía que no me hablaba con tanto amor como antes. Pero nunca le di importancia, o tal vez, nunca quise.
—¡Todo te quedó hermoso! ¿Quieres ir a comer con nosotros? —preguntó la mamá de Rodrigo mientras observaba con asombro cómo había terminado todo el cuarto.
—Gracias señora, pero me tengo que ir… además no quiero que cuando regrese su hijo me encuentre aquí, quiero que sea sorpresa.
De pronto escuchamos que la puerta de la calle se abría, y al asomarnos por la ventana nos dimos cuenta de que era él precisamente quién llegaba de la universidad.
— ¿Qué haces aquí, Montse? Perdón… no es que me moleste tu presencia, al contrario, pero me sorprende mucho que estés aquí.
—Vine a darte tu abrazo de feliz cumpleaños… no quería esperar hasta mañana…
Sentí algo extraño cuando lo vi llegar. Él me había dicho que ese día no podríamos vernos porque saldría muy tarde de la universidad y que tendríamos que vernos hasta el día siguiente. Traté de ignorarlo, pero mi corazón no podía. Hay cosas que por más que trates de bloquear, borrar o ignorar, tú corazón nunca puede, por que jamás habrá algo más sincero, que él.
Lo abracé fuerte y me dijo que lo esperara mientras iba a dejar las cosas a su recamara. Me senté sobre el sofá esperando su reacción al ver su cuarto lleno de todas esas cosas. Creo que jamás me sentí más nerviosa que en ese momento. Mientras jugaba con mis manos, escuché sus pasos cerca de mí hasta que se sentó a lado mío y me abrazó con fuerzas. El alma me volvió al cuerpo.
Estuvimos un largo rato platicando hasta que cayó la noche y tenía que irme a mi casa pues no les había avisado a mis papás que llegaría tarde. Sus papás se ofrecieron a llevarme y acepté. Cuando subí al coche esperé que Rodrigo subiera, pero no lo hizo.
—Montse, te irán a dejar solamente mis papás, ¿sí? Tengo que hacer algunas cosas aquí y no puedo acompañarlos.
Lo miré a los ojos con tristeza. Esperaba otra reacción después de haberme esforzado tanto en su sorpresa y aunque trataba de comprender, no podía hacerlo.
—No me parece justo… creo que merezco un poco más de tu tiempo, pero para ti nunca seré lo suficiente buena para merecerlo…
—No es eso mi amor, trata de comprender que tengo muchísimas cosas que hacer… ya sabíamos cómo sería esto, y que el tiempo sería muy limitado, pero no por eso dejo de pensar en ti o estar contigo de alguna forma… —Convenciéndome como siempre, me tomó de las manos y me miró con dulzura—No te enojes, ¿sí? Te prometo hacer todo lo posible por vernos un poco más…
—Está bien, te creo y confío en que así será.
Me dio un beso y emprendí la partida hacía mi casa. Al llegar lloré mucho. No sabía exactamente por qué, pero sentía enormes ganas de dejar todo en ese momento. Es muy difícil saber qué hacer cuando lo que más deseas es estar con alguien que dudosamente sientes que quiera estar contigo también. Ya no lo sentía igual, no era el mismo amor de antes el que me demostraba, ahora me sentía un estorbo en su vida, alguien que estaba de más, y aunque él me juraba que no era así, sus ojos me decían otra cosa.
Al siguiente día en el colegio, me encontraba sentada en una banca en el patio, esperando a una de mis amigas. De pronto sentí que alguien se sentó a lado mío. Era Estefanía, una chica de mi salón con la que nunca había entablado una amistad, nunca supe por qué, pero nunca fue de mi agrado.
—¿Qué estás haciendo Montse? ¿A quién esperas? —preguntó curiosamente.
—A Alejandra, ¿Y tú? —Respondí de forma cortante.
—A una amiga… pensé que aún seguías con Rodrigo…
—Sigo con él, ¿Por qué? —pregunté intrigada.
—Ah… pues, no sé si decirte… mejor no. Nos vemos.
Echó a caminar rápidamente y corrí tras ella para que me aclarara todo. Dentro de mí tenía un presentimiento acerca de lo que iba a decirme.
— ¡Espera! —La tomé por los hombros— ¿Qué ibas a decirme?
—Yo tengo una amiga que va en su universidad y ella me ha contado que sale con él, y que se llevan muy bien y pues… a ella le gusta.
La miré incrédula, sin saber que decirle o que hacer. Quería llorar y salir corriendo, pero traté de confiar en que todo fuese tan solo una mentira.
—Sé que no me creerás mucho… —continuó—Pero es la verdad. Él le contó a Mónica que tu y él ya no eran nada y pues, ella le creyó y está muy ilusionada con él.
—Ah… —traté de responder—pues…
—Mira si no quieres responderme, no lo hagas. Sé que no debe ser fácil, pero confía en mí, te prometo que te estoy diciendo la verdad.
Estefanía se dio la vuelta y se fue dejándome con la cabeza en blanco y el corazón destrozándose poco a poco. Tomé el celular y marqué el número de Rodrigo, pero no me contestó. Lo intenté varias veces hasta que lo conseguí y traté de controlarme lo más que pude.
—Rodrigo, necesito hablar contigo.
—Pues sí, dime…
—¡Pero necesito verte!
—Montserrat, por favor, sabes que ahora no puedo verte, ¿No puedes esperar unos días más?
—¿Un mes, dos? No Rodrigo, en serio necesito hablar contigo.
—Pues ven a mi escuela, aquí nos vemos.
Salí de la universidad casi corriendo y me dirigí a la suya. El trayecto me pareció una eternidad, pero al fin llegué al lugar en donde nos encontrábamos siempre, y me mantuve sentada por un largo rato hasta que lo vi venir a lo lejos.
—¿Qué pasa? ¿Por qué era tan urgente verme?
—Rodrigo, ¿Quién es Mónica? —pregunté a punto de llorar.
—¿Mónica? Conozco a muchas Mónicas…
—Con la que estás saliendo, no me lo puedes negar.
—Amor… tú sabes que tengo muchas amigas, y eso no lo puedo cambiar ¿sí? Tú me conociste así y así te enamoraste de mí. No me pidas que cambie algo que simplemente no puedo. —Respondió molesto.
—Pero entonces, ¿por qué le dijiste que tú y yo ya no somos nada?
—Nunca he dicho eso… Montserrat, ¿Qué te pasa? ¿No confías en mí? —Dijo mirándome a los ojos y tomándome de las manos tiernamente.
Siempre tuvo algo en su mirada. Siempre me conmovía tanto, me hacía confiar en el con tan solo escuchar sus palabras. Cada vez que tenía un problema era él quien siempre tenía un consejo, quién siempre tenía la razón en todo. Por lo mismo, siempre pensé que tenía que confiar en él para que todo saliera mejor. Tal vez por su madurez, y por sus palabras de amor que siempre escuchaba en los peores momentos.
—Rodrigo… —suspire—Es que últimamente no te siento igual, te siento muy alejado, muy distante de mí. Siento que cada día nos vamos separando más y más y que llegaremos a un punto en el que ya no habrá marcha atrás y…
—Mi amor, ya, ¿Si? —Interrumpió— Todo estará bien. Los dos sabíamos que tenemos que poner de nuestra parte para sacar todo esto adelante, y lo haremos, solamente confía en mí y créeme, por favor. ¿Me prometes que lo harás?
—Está bien, confiaré en ti. Te lo prometo.
Estuvimos durante un rato juntos y después me fui a mi casa totalmente diferente. Sentía que el alma me había vuelto al cuerpo y que todo estaría bien. Tenía que confiar en él, era mi novio y no había razón por la que desconfiara. Había mucha gente en el mundo que se dedicaba a inventar cosas de los demás para hacerles daño, pero en ciertas ocasiones, no se puede inventar tanto sin tener una base para inspirarse en ello.
A pesar de lo prometido, no veía avance en la relación, al contrario. Todo se volvía más monótono cada día. Hablábamos por teléfono y nos veíamos tal vez una vez a la semana o a veces pasaban dos semanas sin vernos, porque él, él nunca tenía tiempo. Él me llamaba cada vez que necesitaba que le ayudara en algo y solamente ese día era cariñoso conmigo, los demás días tenía que ser yo quién lo llamara.
Un día Alejandra, mi mejor amiga, vino de visita a mí casa y observó que me la pasaba viendo mucho tiempo mi celular, atenta por si recibía una llamada.
—Montse, ¿Esperas la llamada de Rodrigo?
—Si… desde antier hablamos por última vez, y ni siquiera se ha conectado. Solamente he visto a su hermano en línea pero me da pena preguntarle.
—¿Estás segura de que quieres seguir con él?
—¿Por qué lo preguntas?
—Pues por que… mira, quiero ser sincera contigo y espero no te molestes por lo que te voy a decir, pero… el ya no te presta atención, no te da tu lugar cómo su novia.
—¡Que exagerada eres! —respondí riendo—No es eso, lo que pasa es que está muy ocupado en la escuela, tiene muchas tareas y cosas que hacer por eso mismo no puedo exigirle tanto, debo ser un poco más comprensiva.
—Pero si él quisiera podría darse el tiempo para ti, o al menos llamarte o mandarte mensajes… yo pienso que te estás dejando llevar por el amor y no estás viendo que algo no anda bien.
—No, no es eso, en verdad Ale. Él y yo pactamos desde un principio que los dos pondríamos todo de nuestra parte porque nada sería fácil.
—Y, ¿no te has puesto a pensar quién es la que está poniendo de su parte por los dos? —Me miró a los ojos y yo bajé la mirada— ¿Recuerdas cuando terminaron por primera vez? ¿Quién fue la que pidió disculpas por todo?
—Ya no quiero hablar de eso Ale… por favor.
—Te quiero mucho amiga, en verdad, date cuenta de cómo es todo en realidad y haz algo al respecto, no pierdas tu tiempo con alguien que no lo merece.
Cuando Alejandra se fue me tiré a llorar sobre la cama. Era la verdad, yo sabía que ella tenía toda la verdad, pero no quería reconocerlo. Desde que Rodrigo había aparecido en mí vida muchas cosas habían cambiado. Tenía una razón para despertar todos los días e ilusionarme por salir, por el simple hecho de vivir. Mi felicidad dependía absolutamente de él y no concebía un mundo en el que él y yo no estuviéramos juntos, así tuviese que sacrificar mi propia dignidad para lograrlo.
Al día siguiente todas mis amigas podían observar mi tristeza y confusión de no saber qué hacer. Así que decidieron llevarme a tomar un café y a tratar de ayudarme. Llegamos a la cafetería y mientras nos sentamos a leer la carta para saber que pedíamos, volteé hacía el otro lado de la cafetería y observé que ahí estaba Mónica, la amiga de la cuál Estefanía me había hablado antes. No sé por qué tuve la curiosidad de ver con quién estaba y fue ahí cuando vi que muy sonriente y feliz estaba Rodrigo con ella.
Me quedé en shock. No podía creerlo. Me levanté de la mesa en donde estábamos y una de mis amigas me gritó para saber por qué me iba, en ese momento él escuchó mi nombre y salió detrás de mí.
—¡Montse espera! —Me gritaba mientras yo iba caminando rápidamente— No te había visto…
—Sí,  lo sé, sino te hubieras ido volando de ahí…—Dije con lágrimas en los ojos mientras seguía caminando.
—No, ¿por qué crees que vengo detrás de ti como estúpido? ¡Por qué no me importa lo que ella piense! —logró alcanzarme y se puso frente a mí tapándome el paso.
—Siempre tienes tiempo para todo, menos para mí. ¿Crees que no siento? ¿Crees que no merezco aunque sea unos minutos de tu tiempo? ¡Rodrigo, no te pido mucho! Solamente te pido una llamada, una visitar corta al menos una vez a la semana, un mensaje al día, ¡algo! ¿Cuánto tiempo te toma salir con tus amigas? Y para mí no tienes ni un minuto. —me solté a llorar mientras el solo me observaba sabiendo que esta vez, yo tenía la razón.
—Esto es solo por un tiempo mi amor, ya te lo he dicho muchas veces… pronto estaremos juntos, pero tenemos que poner todo de nuestra parte para…
—Sí, ya lo sé… los dos tenemos que poner de nuestra parte… lástima que aquí solamente uno de los dos está poniendo lo que le corresponde a cada uno…
Lo esquivé y seguí caminando. Llegué a mi casa y me puse a escribir todo lo que sentía en una carta, una carta que pensé en mandarle para terminar con todo aquello que me estaba lastimando tanto, decidí que solamente de esa forma podría desahogarme.
“Nunca en la vida me había sentido más triste que el día de hoy. No sé si lo que te di fue mucho, o tal vez poco, lo único que sé es que todo lo que pude haber dado nunca fue suficiente para ti. Ojalá algún día puedas darte cuenta de que te amé como pocas veces alguien ama a otra persona, casi cómo te amas a ti mismo, a la única persona que en realidad has podido amar, pero a pesar de ello y de todo lo que siento por ti, no puedo resistir que me trates como una opción solamente, y nunca como a la persona con la que podrías ser feliz toda la vida si tú quisieras.
Siempre me dolerá en el alma decirte adiós, pero no merezco estar rogándote toda la vida, y si algún día me has querido, sabrás comprender que no es justo seguirlo haciendo de esta forma. Siempre estarás en mi corazón.
                                                                                                                Montserrat.”

Doblé la carta y me dirigí a su casa. Le pedí a su mamá que se la diera de parte mía y me alejé de ahí lo más rápido que pude. Fue una de las cosas más dolorosas y difíciles que había hecho, aunque pronto iba a desistir.
Por la noche recibí una llamada y pude ver que era de él. Dudé en contestar pero eran más fuertes mis ganas de escucharlo, así que opté por hacerlo.
—Montse… no puedo estar sin ti, en verdad, ¡Te amo! Créemelo.
—No me pidas que te crea cuando no has hecho nada para demostrármelo.
—Es en serio mi amor, quiero estar contigo, déjame demostrarte que esto puede ser mejor de lo que es, de verdad, yo estoy poniendo todo de mí al hacer a un lado mi orgullo, para rogarte que te quedes conmigo, que no te vayas de mi vida porque sin ti nada será lo mismo… nada.
—¿Estás hablando en serio Rodrigo?
—Te lo juro…
Y cómo otras veces, tuve que creerle, confiar en él y en que todo mejoraría. Nunca me hubiese perdonado el haber renunciado a todo sin haberlo intentado, pero había luchas que estaban de más y yo sentía que esta era una de ellas, sin embargo el siempre había tenido un poder extraordinario sobre mí, así que, como siempre, decidí intentarlo de nuevo.
A los pocos días, él me había encargado que le llevara algunos libros que había en mi universidad y que él necesitaba. Habíamos quedado de vernos a las 3 pm. Pero a esa hora yo no podía verlo así que decidí ir un poco más temprano y darle la sorpresa de estar ahí.
Cuando iba caminando hacia el lugar en donde siempre nos veíamos, vi con alegría que Mónica iba con sus amigas, dirigiéndose a la salida rumbo a donde yo iba entrando, así que me tranquilice y supe que al menos en ese momento, no estaba con ella. De pronto ella se acercó hacia mí sorpresivamente.
—¡Hola! ¿Vienes a buscar a Rodrigo?
—Si… ¿Lo has visto? —pregunté amigablemente.
—Si… está en la cafetería, ahí lo encontrarás.
Sonrió y se fue. Algo me dio desconfianza y un mal presentimiento, pero decidí creerle y me dirigí hacia la cafetería. Comencé a buscar con la mirada, a ver si encontraba algo, hasta que a lo lejos vi una pareja que me pareció familiar. Me acerqué un poco más y observé con atención. Y con terror pude constatar de quién se trataba aquella escena romántica.
Me dirigí hacia la mesa y puse los libros sobre ella, interrumpiendo aquel beso enamorado que estaba sucediendo entre ellos dos. Los dos voltearon sorprendidos y él se levantó rápidamente.
—Aquí te dejo lo que necesitabas Rodrigo. —Le sonreí irónicamente y me fui rápidamente tratando de contener el llanto.
Cuando salí de la universidad, eché a correr por toda la calle, no sabía a dónde me dirigía, solamente corrí tanto cómo pude, hasta que Rodrigo me alcanzó y me detuvo.
—Montse, en verdad, perdóname. Las cosas ya no van tan bien entre nosotros y yo me sentí confundido, pero créeme que a la que quiero es a ti.
— ¿Querías los libros? Bien, te los dejé en la mesa. No tienes por qué venir hasta aquí a luchar por las otras cosas que necesitas de mí. Dime qué quieres, ¿dinero? ¿Más libros? ¿Qué te haga tus tareas? ¡Dime que más necesitas pero deja de jugar con mi vida, con mi corazón, con mi amor! ¡Deja de decirme mentiras!
—Mi amor no digas eso…
—Ya, ya… ya no quiero saber más Rodrigo. Ya me sé lo que me vas a decir, lo sé de memoria, ¡Créeme! Siempre es lo mismo, promesas falsas, mentiras, ¡Ya no quiero más! El todo poderoso eres tú, ¿no? No me necesitas, ni yo a ti. Tardé en darme cuenta de lo equivocada que estaba al depender de ti para todo. Pero ahora sé que valgo mucho más que lo que tú me puedes dar. Yo di todo de mí y tú jamás diste nada, no quiero perder más mí tiempo contigo.
—Montserrat, ¡Escúchame!
—Ya no hay más de mí para ti, todo lo que pude ya lo hice. Ahora vete y jamás vuelvas, no quiero tenerte más en mi vida, por favor. Vete…
Me miró a los ojos, completamente incrédulo. Pensando que en cualquier momento podría arrepentirme y decirle que no se fuera. Una parte de mí lo deseaba, pero era hora de darle el lugar a mi dignidad y a lo mucho que valía como persona. Se dio la vuelta y se fue mientras yo lo observaba alejarse cada vez más de mí. Me costó mucho, lloré mucho, pero sin duda fue la mejor decisión que pude haber tomado en mi vida.
Dicen que el amor es ciego, pero pienso que no es así. El amor es perfecto, lo que se disfraza de él no lo es. Yo no sentía amor por él, sentía una dependencia enorme y nunca pude darme cuenta de ello hasta el último momento. Hay momentos en la vida en que muchas cosas están de más y hay que ser valientes para afrontarlo y hacer algo, algo que aunque en un principio nos parezca peor que lo que estamos viviendo, con el tiempo daremos gracias a la vida por haber renunciado a algo que solamente hace daño y no nos deja continuar y aprender de todo lo que nos espera en la vida.
Él se fue, corrió de mi vida y nunca volvió. Y doy gracias a Dios por que haya sido así.