jueves, 8 de marzo de 2012

Corre



¿Te has preguntado de cuántas cosas es capaz el amor? Es una pregunta para la cual no creo que haya respuesta, pero puedes imaginarlo cuando llega alguien, que, con solo una sonrisa, puede mover tu mundo de la forma que él quiera.  No me arrepiento de nada, pero me hubiese gustado que todo hubiese valido la pena.
Entregar todo muchas veces no es suficiente, pero es necesario cuando tu corazón lo pide a gritos, siempre tomando en cuenta que muchas veces, el darlo todo, no significa recibir lo mismo a cambio.
Me encontraba en su recámara. Observaba todo a mí alrededor y veía con orgullo lo lindo que había quedado después de haber hecho tantos detalles para su cumpleaños. Rodrigo y yo llevábamos 1 año y 6 meses de noviazgo y, aunque no éramos la pareja perfecta, habíamos podido lograr superar todos los obstáculos que se nos presentaban. Aunque todo el mundo me decía que si eso había sido, era porque yo siempre daba todo de mí para lograrlo, pero, ¿Cómo no iba a hacerlo? Si yo lo amaba como a nadie nunca había amado, y cualquier lucha valía la pena, cualquiera.
Ese día había plasmado en su recamara todo cuanto sentía por él. Miles de letreros alrededor de las 4 paredes, así como una manta que decía “Te amo Rodrigo”. No sé cuántas horas había tardado en hacerlo, solamente supe que lo hacía con todo el amor del mundo, pensando que tal vez eso pudiera acercarlo más a mí. Últimamente sentía que estaba distante, que no me prestaba tanta atención y sentía que no me hablaba con tanto amor como antes. Pero nunca le di importancia, o tal vez, nunca quise.
—¡Todo te quedó hermoso! ¿Quieres ir a comer con nosotros? —preguntó la mamá de Rodrigo mientras observaba con asombro cómo había terminado todo el cuarto.
—Gracias señora, pero me tengo que ir… además no quiero que cuando regrese su hijo me encuentre aquí, quiero que sea sorpresa.
De pronto escuchamos que la puerta de la calle se abría, y al asomarnos por la ventana nos dimos cuenta de que era él precisamente quién llegaba de la universidad.
— ¿Qué haces aquí, Montse? Perdón… no es que me moleste tu presencia, al contrario, pero me sorprende mucho que estés aquí.
—Vine a darte tu abrazo de feliz cumpleaños… no quería esperar hasta mañana…
Sentí algo extraño cuando lo vi llegar. Él me había dicho que ese día no podríamos vernos porque saldría muy tarde de la universidad y que tendríamos que vernos hasta el día siguiente. Traté de ignorarlo, pero mi corazón no podía. Hay cosas que por más que trates de bloquear, borrar o ignorar, tú corazón nunca puede, por que jamás habrá algo más sincero, que él.
Lo abracé fuerte y me dijo que lo esperara mientras iba a dejar las cosas a su recamara. Me senté sobre el sofá esperando su reacción al ver su cuarto lleno de todas esas cosas. Creo que jamás me sentí más nerviosa que en ese momento. Mientras jugaba con mis manos, escuché sus pasos cerca de mí hasta que se sentó a lado mío y me abrazó con fuerzas. El alma me volvió al cuerpo.
Estuvimos un largo rato platicando hasta que cayó la noche y tenía que irme a mi casa pues no les había avisado a mis papás que llegaría tarde. Sus papás se ofrecieron a llevarme y acepté. Cuando subí al coche esperé que Rodrigo subiera, pero no lo hizo.
—Montse, te irán a dejar solamente mis papás, ¿sí? Tengo que hacer algunas cosas aquí y no puedo acompañarlos.
Lo miré a los ojos con tristeza. Esperaba otra reacción después de haberme esforzado tanto en su sorpresa y aunque trataba de comprender, no podía hacerlo.
—No me parece justo… creo que merezco un poco más de tu tiempo, pero para ti nunca seré lo suficiente buena para merecerlo…
—No es eso mi amor, trata de comprender que tengo muchísimas cosas que hacer… ya sabíamos cómo sería esto, y que el tiempo sería muy limitado, pero no por eso dejo de pensar en ti o estar contigo de alguna forma… —Convenciéndome como siempre, me tomó de las manos y me miró con dulzura—No te enojes, ¿sí? Te prometo hacer todo lo posible por vernos un poco más…
—Está bien, te creo y confío en que así será.
Me dio un beso y emprendí la partida hacía mi casa. Al llegar lloré mucho. No sabía exactamente por qué, pero sentía enormes ganas de dejar todo en ese momento. Es muy difícil saber qué hacer cuando lo que más deseas es estar con alguien que dudosamente sientes que quiera estar contigo también. Ya no lo sentía igual, no era el mismo amor de antes el que me demostraba, ahora me sentía un estorbo en su vida, alguien que estaba de más, y aunque él me juraba que no era así, sus ojos me decían otra cosa.
Al siguiente día en el colegio, me encontraba sentada en una banca en el patio, esperando a una de mis amigas. De pronto sentí que alguien se sentó a lado mío. Era Estefanía, una chica de mi salón con la que nunca había entablado una amistad, nunca supe por qué, pero nunca fue de mi agrado.
—¿Qué estás haciendo Montse? ¿A quién esperas? —preguntó curiosamente.
—A Alejandra, ¿Y tú? —Respondí de forma cortante.
—A una amiga… pensé que aún seguías con Rodrigo…
—Sigo con él, ¿Por qué? —pregunté intrigada.
—Ah… pues, no sé si decirte… mejor no. Nos vemos.
Echó a caminar rápidamente y corrí tras ella para que me aclarara todo. Dentro de mí tenía un presentimiento acerca de lo que iba a decirme.
— ¡Espera! —La tomé por los hombros— ¿Qué ibas a decirme?
—Yo tengo una amiga que va en su universidad y ella me ha contado que sale con él, y que se llevan muy bien y pues… a ella le gusta.
La miré incrédula, sin saber que decirle o que hacer. Quería llorar y salir corriendo, pero traté de confiar en que todo fuese tan solo una mentira.
—Sé que no me creerás mucho… —continuó—Pero es la verdad. Él le contó a Mónica que tu y él ya no eran nada y pues, ella le creyó y está muy ilusionada con él.
—Ah… —traté de responder—pues…
—Mira si no quieres responderme, no lo hagas. Sé que no debe ser fácil, pero confía en mí, te prometo que te estoy diciendo la verdad.
Estefanía se dio la vuelta y se fue dejándome con la cabeza en blanco y el corazón destrozándose poco a poco. Tomé el celular y marqué el número de Rodrigo, pero no me contestó. Lo intenté varias veces hasta que lo conseguí y traté de controlarme lo más que pude.
—Rodrigo, necesito hablar contigo.
—Pues sí, dime…
—¡Pero necesito verte!
—Montserrat, por favor, sabes que ahora no puedo verte, ¿No puedes esperar unos días más?
—¿Un mes, dos? No Rodrigo, en serio necesito hablar contigo.
—Pues ven a mi escuela, aquí nos vemos.
Salí de la universidad casi corriendo y me dirigí a la suya. El trayecto me pareció una eternidad, pero al fin llegué al lugar en donde nos encontrábamos siempre, y me mantuve sentada por un largo rato hasta que lo vi venir a lo lejos.
—¿Qué pasa? ¿Por qué era tan urgente verme?
—Rodrigo, ¿Quién es Mónica? —pregunté a punto de llorar.
—¿Mónica? Conozco a muchas Mónicas…
—Con la que estás saliendo, no me lo puedes negar.
—Amor… tú sabes que tengo muchas amigas, y eso no lo puedo cambiar ¿sí? Tú me conociste así y así te enamoraste de mí. No me pidas que cambie algo que simplemente no puedo. —Respondió molesto.
—Pero entonces, ¿por qué le dijiste que tú y yo ya no somos nada?
—Nunca he dicho eso… Montserrat, ¿Qué te pasa? ¿No confías en mí? —Dijo mirándome a los ojos y tomándome de las manos tiernamente.
Siempre tuvo algo en su mirada. Siempre me conmovía tanto, me hacía confiar en el con tan solo escuchar sus palabras. Cada vez que tenía un problema era él quien siempre tenía un consejo, quién siempre tenía la razón en todo. Por lo mismo, siempre pensé que tenía que confiar en él para que todo saliera mejor. Tal vez por su madurez, y por sus palabras de amor que siempre escuchaba en los peores momentos.
—Rodrigo… —suspire—Es que últimamente no te siento igual, te siento muy alejado, muy distante de mí. Siento que cada día nos vamos separando más y más y que llegaremos a un punto en el que ya no habrá marcha atrás y…
—Mi amor, ya, ¿Si? —Interrumpió— Todo estará bien. Los dos sabíamos que tenemos que poner de nuestra parte para sacar todo esto adelante, y lo haremos, solamente confía en mí y créeme, por favor. ¿Me prometes que lo harás?
—Está bien, confiaré en ti. Te lo prometo.
Estuvimos durante un rato juntos y después me fui a mi casa totalmente diferente. Sentía que el alma me había vuelto al cuerpo y que todo estaría bien. Tenía que confiar en él, era mi novio y no había razón por la que desconfiara. Había mucha gente en el mundo que se dedicaba a inventar cosas de los demás para hacerles daño, pero en ciertas ocasiones, no se puede inventar tanto sin tener una base para inspirarse en ello.
A pesar de lo prometido, no veía avance en la relación, al contrario. Todo se volvía más monótono cada día. Hablábamos por teléfono y nos veíamos tal vez una vez a la semana o a veces pasaban dos semanas sin vernos, porque él, él nunca tenía tiempo. Él me llamaba cada vez que necesitaba que le ayudara en algo y solamente ese día era cariñoso conmigo, los demás días tenía que ser yo quién lo llamara.
Un día Alejandra, mi mejor amiga, vino de visita a mí casa y observó que me la pasaba viendo mucho tiempo mi celular, atenta por si recibía una llamada.
—Montse, ¿Esperas la llamada de Rodrigo?
—Si… desde antier hablamos por última vez, y ni siquiera se ha conectado. Solamente he visto a su hermano en línea pero me da pena preguntarle.
—¿Estás segura de que quieres seguir con él?
—¿Por qué lo preguntas?
—Pues por que… mira, quiero ser sincera contigo y espero no te molestes por lo que te voy a decir, pero… el ya no te presta atención, no te da tu lugar cómo su novia.
—¡Que exagerada eres! —respondí riendo—No es eso, lo que pasa es que está muy ocupado en la escuela, tiene muchas tareas y cosas que hacer por eso mismo no puedo exigirle tanto, debo ser un poco más comprensiva.
—Pero si él quisiera podría darse el tiempo para ti, o al menos llamarte o mandarte mensajes… yo pienso que te estás dejando llevar por el amor y no estás viendo que algo no anda bien.
—No, no es eso, en verdad Ale. Él y yo pactamos desde un principio que los dos pondríamos todo de nuestra parte porque nada sería fácil.
—Y, ¿no te has puesto a pensar quién es la que está poniendo de su parte por los dos? —Me miró a los ojos y yo bajé la mirada— ¿Recuerdas cuando terminaron por primera vez? ¿Quién fue la que pidió disculpas por todo?
—Ya no quiero hablar de eso Ale… por favor.
—Te quiero mucho amiga, en verdad, date cuenta de cómo es todo en realidad y haz algo al respecto, no pierdas tu tiempo con alguien que no lo merece.
Cuando Alejandra se fue me tiré a llorar sobre la cama. Era la verdad, yo sabía que ella tenía toda la verdad, pero no quería reconocerlo. Desde que Rodrigo había aparecido en mí vida muchas cosas habían cambiado. Tenía una razón para despertar todos los días e ilusionarme por salir, por el simple hecho de vivir. Mi felicidad dependía absolutamente de él y no concebía un mundo en el que él y yo no estuviéramos juntos, así tuviese que sacrificar mi propia dignidad para lograrlo.
Al día siguiente todas mis amigas podían observar mi tristeza y confusión de no saber qué hacer. Así que decidieron llevarme a tomar un café y a tratar de ayudarme. Llegamos a la cafetería y mientras nos sentamos a leer la carta para saber que pedíamos, volteé hacía el otro lado de la cafetería y observé que ahí estaba Mónica, la amiga de la cuál Estefanía me había hablado antes. No sé por qué tuve la curiosidad de ver con quién estaba y fue ahí cuando vi que muy sonriente y feliz estaba Rodrigo con ella.
Me quedé en shock. No podía creerlo. Me levanté de la mesa en donde estábamos y una de mis amigas me gritó para saber por qué me iba, en ese momento él escuchó mi nombre y salió detrás de mí.
—¡Montse espera! —Me gritaba mientras yo iba caminando rápidamente— No te había visto…
—Sí,  lo sé, sino te hubieras ido volando de ahí…—Dije con lágrimas en los ojos mientras seguía caminando.
—No, ¿por qué crees que vengo detrás de ti como estúpido? ¡Por qué no me importa lo que ella piense! —logró alcanzarme y se puso frente a mí tapándome el paso.
—Siempre tienes tiempo para todo, menos para mí. ¿Crees que no siento? ¿Crees que no merezco aunque sea unos minutos de tu tiempo? ¡Rodrigo, no te pido mucho! Solamente te pido una llamada, una visitar corta al menos una vez a la semana, un mensaje al día, ¡algo! ¿Cuánto tiempo te toma salir con tus amigas? Y para mí no tienes ni un minuto. —me solté a llorar mientras el solo me observaba sabiendo que esta vez, yo tenía la razón.
—Esto es solo por un tiempo mi amor, ya te lo he dicho muchas veces… pronto estaremos juntos, pero tenemos que poner todo de nuestra parte para…
—Sí, ya lo sé… los dos tenemos que poner de nuestra parte… lástima que aquí solamente uno de los dos está poniendo lo que le corresponde a cada uno…
Lo esquivé y seguí caminando. Llegué a mi casa y me puse a escribir todo lo que sentía en una carta, una carta que pensé en mandarle para terminar con todo aquello que me estaba lastimando tanto, decidí que solamente de esa forma podría desahogarme.
“Nunca en la vida me había sentido más triste que el día de hoy. No sé si lo que te di fue mucho, o tal vez poco, lo único que sé es que todo lo que pude haber dado nunca fue suficiente para ti. Ojalá algún día puedas darte cuenta de que te amé como pocas veces alguien ama a otra persona, casi cómo te amas a ti mismo, a la única persona que en realidad has podido amar, pero a pesar de ello y de todo lo que siento por ti, no puedo resistir que me trates como una opción solamente, y nunca como a la persona con la que podrías ser feliz toda la vida si tú quisieras.
Siempre me dolerá en el alma decirte adiós, pero no merezco estar rogándote toda la vida, y si algún día me has querido, sabrás comprender que no es justo seguirlo haciendo de esta forma. Siempre estarás en mi corazón.
                                                                                                                Montserrat.”

Doblé la carta y me dirigí a su casa. Le pedí a su mamá que se la diera de parte mía y me alejé de ahí lo más rápido que pude. Fue una de las cosas más dolorosas y difíciles que había hecho, aunque pronto iba a desistir.
Por la noche recibí una llamada y pude ver que era de él. Dudé en contestar pero eran más fuertes mis ganas de escucharlo, así que opté por hacerlo.
—Montse… no puedo estar sin ti, en verdad, ¡Te amo! Créemelo.
—No me pidas que te crea cuando no has hecho nada para demostrármelo.
—Es en serio mi amor, quiero estar contigo, déjame demostrarte que esto puede ser mejor de lo que es, de verdad, yo estoy poniendo todo de mí al hacer a un lado mi orgullo, para rogarte que te quedes conmigo, que no te vayas de mi vida porque sin ti nada será lo mismo… nada.
—¿Estás hablando en serio Rodrigo?
—Te lo juro…
Y cómo otras veces, tuve que creerle, confiar en él y en que todo mejoraría. Nunca me hubiese perdonado el haber renunciado a todo sin haberlo intentado, pero había luchas que estaban de más y yo sentía que esta era una de ellas, sin embargo el siempre había tenido un poder extraordinario sobre mí, así que, como siempre, decidí intentarlo de nuevo.
A los pocos días, él me había encargado que le llevara algunos libros que había en mi universidad y que él necesitaba. Habíamos quedado de vernos a las 3 pm. Pero a esa hora yo no podía verlo así que decidí ir un poco más temprano y darle la sorpresa de estar ahí.
Cuando iba caminando hacia el lugar en donde siempre nos veíamos, vi con alegría que Mónica iba con sus amigas, dirigiéndose a la salida rumbo a donde yo iba entrando, así que me tranquilice y supe que al menos en ese momento, no estaba con ella. De pronto ella se acercó hacia mí sorpresivamente.
—¡Hola! ¿Vienes a buscar a Rodrigo?
—Si… ¿Lo has visto? —pregunté amigablemente.
—Si… está en la cafetería, ahí lo encontrarás.
Sonrió y se fue. Algo me dio desconfianza y un mal presentimiento, pero decidí creerle y me dirigí hacia la cafetería. Comencé a buscar con la mirada, a ver si encontraba algo, hasta que a lo lejos vi una pareja que me pareció familiar. Me acerqué un poco más y observé con atención. Y con terror pude constatar de quién se trataba aquella escena romántica.
Me dirigí hacia la mesa y puse los libros sobre ella, interrumpiendo aquel beso enamorado que estaba sucediendo entre ellos dos. Los dos voltearon sorprendidos y él se levantó rápidamente.
—Aquí te dejo lo que necesitabas Rodrigo. —Le sonreí irónicamente y me fui rápidamente tratando de contener el llanto.
Cuando salí de la universidad, eché a correr por toda la calle, no sabía a dónde me dirigía, solamente corrí tanto cómo pude, hasta que Rodrigo me alcanzó y me detuvo.
—Montse, en verdad, perdóname. Las cosas ya no van tan bien entre nosotros y yo me sentí confundido, pero créeme que a la que quiero es a ti.
— ¿Querías los libros? Bien, te los dejé en la mesa. No tienes por qué venir hasta aquí a luchar por las otras cosas que necesitas de mí. Dime qué quieres, ¿dinero? ¿Más libros? ¿Qué te haga tus tareas? ¡Dime que más necesitas pero deja de jugar con mi vida, con mi corazón, con mi amor! ¡Deja de decirme mentiras!
—Mi amor no digas eso…
—Ya, ya… ya no quiero saber más Rodrigo. Ya me sé lo que me vas a decir, lo sé de memoria, ¡Créeme! Siempre es lo mismo, promesas falsas, mentiras, ¡Ya no quiero más! El todo poderoso eres tú, ¿no? No me necesitas, ni yo a ti. Tardé en darme cuenta de lo equivocada que estaba al depender de ti para todo. Pero ahora sé que valgo mucho más que lo que tú me puedes dar. Yo di todo de mí y tú jamás diste nada, no quiero perder más mí tiempo contigo.
—Montserrat, ¡Escúchame!
—Ya no hay más de mí para ti, todo lo que pude ya lo hice. Ahora vete y jamás vuelvas, no quiero tenerte más en mi vida, por favor. Vete…
Me miró a los ojos, completamente incrédulo. Pensando que en cualquier momento podría arrepentirme y decirle que no se fuera. Una parte de mí lo deseaba, pero era hora de darle el lugar a mi dignidad y a lo mucho que valía como persona. Se dio la vuelta y se fue mientras yo lo observaba alejarse cada vez más de mí. Me costó mucho, lloré mucho, pero sin duda fue la mejor decisión que pude haber tomado en mi vida.
Dicen que el amor es ciego, pero pienso que no es así. El amor es perfecto, lo que se disfraza de él no lo es. Yo no sentía amor por él, sentía una dependencia enorme y nunca pude darme cuenta de ello hasta el último momento. Hay momentos en la vida en que muchas cosas están de más y hay que ser valientes para afrontarlo y hacer algo, algo que aunque en un principio nos parezca peor que lo que estamos viviendo, con el tiempo daremos gracias a la vida por haber renunciado a algo que solamente hace daño y no nos deja continuar y aprender de todo lo que nos espera en la vida.
Él se fue, corrió de mi vida y nunca volvió. Y doy gracias a Dios por que haya sido así.